HISTORIA DE LA ILUSTRACIÓN FANTÁSTICA 3.
Historia de
la Ilustración Fantástica 3.
Compilada y redactada
Por José L. Parada C.
Director Action Art
Europe
Escuela de Bellas Artes
Aerografía Profesional
WWW.JLPARADA.COM
Capítulo 3
El Horror.
La
existencia humana nunca se ha separado de su capacidad para hacer el mal,
justificada por su fanática, enloquecida o codiciosa necesidad de ser “dios”,
controlar, y depurar de la manera más salvaje e intolerante, toda forma de vida
ajena a su manera de quererlo todo, instinto de poseer y adpatr el mundo a su antojo, destruyendo la vida y a los seres humanos como si fuesen juguetes, matar por diversión.
Igualmente la primitiva conducta psicopática,
psicópata, sádica y depravada de destruir, disfrutar o trabajar para matar, y
hacer sufrir al semejante, por locura, fanatismo, intolerancia o placer, decora
cualquier justificación por la sed de sangre, venganza o dinero, contra los que
indefensos, vulnerables o cualquiera que esté en el lugar equivocado en el
momento equivocado, el ser humano es malvado porque le da la gana.
Desde la
fragilidad de nuestros orígenes, un largo y angustioso escalofrío acompaña
nuestra súbita vida, suspirada por los miedos, las fobias, la vulnerabilidad,
el fracaso, las debilidades, las dependencias o la indefensión. Pero sobre todo
al dolor y el miedo a la muerte. Aquello que no se puede controlar justamente
es el enemigo fantasmagórico que alimentó el mito y la leyenda.
Aunque hoy
en día la muerte es un gráfico en vivo, que diariamente bombardea nuestra
cotidianidad con la frialdad con la que un asesino le corta el cuello a su
víctima, el lenguaje del miedo en la literatura se reviste de factores, si no
ajenos al terrorismo, la guerra, las carnicerías del narco tráfico y la
violencia anarquista callejera, a un salvajismo fantástico enriquecido por la
manera elegante, encubierta e impune con que finalmente cae, se descubre y perece.
Muy diferente a la vida real.
Este género
literario surgió durante un período conocido como “racionalismo”, surgido por
la evolución de la novela gótica, que se vió radicalmente afectada por la ciencia y la revolución industrial.
Para que
este género tenga enganche necesita la complicidad del propio lector, por lo
que un toque de masoquismo podría impulsar al amante de estas lecturas a la
tentadora prueba de llenarse de valor, y sumergirse en una historia horrenda,
que lejos de ayudarlo a dormir, logre tenerlo en suspenso y esperar a la luz
del día para evitar que el sueño traiga esos horrores a la realidad.
El género de
terror no tiene como objetivo asustar a nadie, es hacer realmente que el lector
reconozca que se siente asustado por lo que está leyendo.
La
diferencia entre lo gótico y el horror, fue que el romanticismo inundó al mundo
de espantos y fantasmas y dejó lo más
humano, salvaje y grotesco para el horror, dejando a Drácula justo en el límite
entre ambos géneros.
Poco a poco
en el siglo XX, los autores abandonaron los escenarios góticos y se fueron a
los pueblos, posteriormente a las ciudades, donde lo macabro podía suceder a
pleno día y delante de testigos, el escenario perdió importancia y dejó de ser
la clave del terror.
Los mitos y
supersticiones redujeron el impacto de los relatos porque no aportaron elementos
perturbadores, la incredulidad sosegó la fantasía y dejó de ser creíble. Los
procesos técnicos que han influido en el mundo han bastado para racionalizar al
horror con algo inherente a la propia naturaleza humana, y no a lo que venía de
lo desconocido.
La búsqueda
incesable de argumentos que alimenten el género nunca acaba, la época del mundo
del más allá, los muertos, el apocalipsis, las guerras, la epidemias, las armas
biológicas, el terrorismo, el cambio climático, se entremezclan dejando a veces
una posibilidad para asustarnos, y es: El futuro.
Pensar o
imaginar: “Lo que podría pasarnos si….” Es para muchos un elemento angustioso,
porque primero sentimos miedo al rechazo, a la indiferencia, a perderlo todo
y finalmente a la muerte, muerte de nuestros seres queridos ante la facilidad
con que el mal destina su final, y a la vez como el dolor se apodera de nosotros por tocarnos una suerte
incierta. El futuro nunca es alentador, por lo que podríamos decir que no
estamos nunca lejos de ser alcanzados por él.
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