HISTORIA DE LA AEROGRAFÍA

Historia de la Aerografía
Compilada por José Luis Parada Caballero
Fundador, Director
Action Art Europe
Escuela de Aerografía
Barcelona. España


1970
Segunda Parte


1975-1979
La Aerografía y la Publicidad.
Atracción Fatal.

Crónica de una muerte anunciada.
Mundo del disco, carteles de cine y las agencias de publicidad.

Cuando el mercado encuentra un producto, lo explota. El ansia de consumo despertado tras la crisis energética, lanzó al mundo occidental en una carrera por generar dinero vertiginosamente y acaparar grandes capitales, el dinero se convirtió desesperadamente en la única fuente de energía para el progreso.


La necesidad de vender ha sido desde los últimos 30 años, el recurso casi único para sostener las economías, casi por encima de la producción de materias primas a costo cero y el mal pago de la mano de obra, los servicios habían sido casi, la mano derecha de ese poder, tanto para el acaparamiento de capitales, como para el sostenimiento de la economía familiar.



A mediados de los años 70, El capitalismo estaba seguro que el destino de la humanidad occidental llegaba a su cúspide económica, la guerra fría dando avisos de cambios y un cercano oriente contenido, mudo y controlado por las potencias, dieron un panorama extrañamente estático que hizo pensar que todo estaría bajo control por un tiempo.



Para esa época, el mundo del marketing se convirtió en una cultura imperiosa y poderosa, lideralizada por el sistema de vida americano, quien tomó las estadísticas de una forma numerológica de saber que nos gusta o no, o que nos debe gustar y servir.



La publicidad fue entonces la dama líder que cundió los medios y se apoderó absolutamente de estos, logrando direccionar las mentes, las necesidades, incluso los gustos de manera automática y controlada. Fue así como se crearon las agencias de publicidad. En ellas, los publicistas poseían mentes prodigiosas, creativas, que lograban armar increíbles campañas para convencer y vender los productos a los consumidores.



En aquellas antiguas agencias, existían Directores de Arte, estos personajes se encargaban de darle forma a las ideas y traerlas al mundo real, valiéndose de todo cuanto estuviera a su alcance para lograrlo,  y tratando por todos los medios y maquiavélicos planes imaginables, bajar los costos de producción al mínimo, incluyendo el trabajo de las personas, por más talentosas que fuesen, lo que siempre importó fueron los medios, lo demás no, la idea era, y es desde entonces: Invertir lo mínimo y ganar 3 mil veces sobre lo estipulado, pero eso los aerografistas no lo tenían muy claro.


Las formas de reproducción, impresos y material pop, se valían de imprentas por el sistema de fotolito, los textos montados a mano y los diseños recurrentes a sistemas por inyección de tinta como los periódicos. Los aerografistas vieron la oportunidad de acudir a ofrecer su manera de usar el aerógrafo para retocar grandes fotos, carteles y artes finales antes de imprimirse. Las agencias hambrientas de nuevos recursos gráficos, no dudaron ni por un momento en hacerse con este artefacto y comenzar a probarlo, el resultado no se hizo esperar, la Aerografía y la Publicidad firmaron un extraño matrimonio, cuyo amor e interés fue el dinero, mal comienzo.


En cuanto los aerografistas pisaron las agencias, todo cambió.
Los artistas que entraron en el mundo de publicidad conocieron las dos caras de la moneda La primera: La experiencia de trabajar en la publicidad abrió una importante oportunidad para alcanzar un nivel técnico superior, sirvió para llevar la aerografía al público consumidor y sus productos, quienes quedaban impresionados en saber cómo se habían hecho aquellos efectos nunca vistos.


El hecho de que la aerografía se hiciera ver, la familiarizó con la gente y la puso a su alcance y conocimiento popular, se promocionó así misma sin darse cuenta, la gente comenzó a interesarse y a indagar de qué se trataba aquella fantástica técnica, por lo tanto, quien hiciera aerografía, se hacía notar.



Al momento de la aerografía casarse con la publicidad, inmediatamente comenzó su expansión. La aerografía salió nuevamente de los Estados Unidos y poco a poco inundó también el mercado internacional.
La publicidad y la aerografía firmaron un contrato que brindó frutos, las ilustración comercial finalmente aceptó la incursión de la técnica mecánica y su instrucción entró en los estudios del Diseño Gráfico, las escuelas de diseño la incluyeron por ser un instrumento de valiosa actividad económica, ganando popularidad entre el mercado juvenil por estar vinculada casi como uña y carne con la publicidad. Hasta aquí tono sonaba muy bien.


Por aquel tiempo, el mundo de la música pop se convirtió en un negocio monstruoso. Las entonces casas disqueras controlaban el monopolio mundial del disco como si se tratase de Sony, Chevrolet o la Shell, podían hacer del cantante una celebridad endiosada o hacerla desaparecer de un soplo, el mercado del disco era casi la única posibilidad de que la música comercial se hiciera con el mercado. Impulsado por el efervicismo social de los medios, la aerografía hizo su inclusión dentro de los vinilos, y recreó la imagen
de los cantantes y sus grupos. Aquel que lograra ilustrar una carátula de un disco famoso, se haría tan famoso como el propio disco, y la celebridad que lo contenía, por lo menos, hasta que la moda pasara. Esa era la otra cara de la moneda: La fama.



                                                                                
En aquella época, más le valía a los aerografistas conocer a alguien muy influyente en los medios, para ser tomado en cuenta y que la agencia les pagaran un justo precio por su trabajo. Justamente, experiencia corporativa  es de lo que siempre han pecado los aerografistas de no saber, aquel talón de Aquiles resquebrajó a muchos artistas del aerógrafo al anonimato, y a conformarse a cobrar un paupérrimo precio por sus trabajos. Mientras la publicidad exponía sus productos cobrando a sus anchas, los aerografistas “se hacía famosos” gratuitamente, como si esta les estuviera haciendo un favor.
Los contratos de las campañas no incluían justas retribuciones por los artes, pero por ser el motor económico que tanta falta hacía, muchos aerografistas hicieron cola para tener la ilusoria oportunidad de hacerse un nombre dentro de una agencia de publicidad, que mucho trabajo les daba, pero a la gran mayoría mal les pagaba.





Igualmente, las grandes producciones de cine, que en esos tiempos tenían mejores guiones y una súper producción era sinónimo de millones de dólares, fue otra oportunidad de hacerse notar. Era costumbre hacer un grandioso cartel a la entrada de los cines, una recreación de la portada de la película, atraería cientos de cinéfilos a disfrutar de los Films, aquellos carteles fueron otra área importante dónde el aerógrafo se lució en su esplendor.




Tanto furor comenzaba a mover los mercados aerográficos, que los fabricantes olfatearon un aroma de prosperidad atomizado por el aerógrafo, fue así como las marcas comenzaron a moverse también desde varios puntos del planeta.




En los Estados Unidos dos marcas comenzaban a dominar el mercado: Badger y Paasche, aunque ambas eran realmente de origen europeo, fue Norteamérica la que patentó sus marcas y las hizo propias para siempre. Sin embargo, desde el otro lado del Atlántico y más allá del lejano oriente: Aztek de Alemania ya fabricaba su primera línea de aerógrafos de plástico para la maquetería en los estudios de la arquitectura, y los japoneses sacaban al mercado el que hoy se considera el aerógrafo número uno del mundo: El Iwata.






A partir de entonces aparecieron nuevas marcas, tintas, pinturas, libros, compresores y accesorios que no han parado de alimentar el mundo de la aerografía.


 
En un panorama como este, y de la agresiva manera como se desarrollaba, estaba por ocurrir con el aerógrafo  algo que sin duda sería la gota que colmaría el vaso, y que tras 80 años de contención, ya no podría evitarse lo inminente.



Era ya 1980, el mundo volvería a dar  un vuelco, y con él
La historia de la aerografía estaba a punto de ponerle la vela al pastel.
Nadie podía imaginarse hasta dónde llegarían las cosas.

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